miércoles, 27 de diciembre de 2017

Los hechos son tozudos

Gaitán decía que el hambre no es liberal ni conservadora.

Así es, en efecto: el hambre es un hecho, uno de los más apremiantes que afectan la existencia humana, cuando no el que más. Razón tenía Marx al afirmar que la primera necesidad del hombre es asegurar su existencia. Lo demás viene por añadidura.

No obstante lo perentorio del hecho, otra cosa es la manera de enfrentarlo y resolverlo, que da lugar a una gran diversidad de opiniones.

Hace cosa de algo más de medio siglo esas opiniones podían englobarse en dos grandes categorías: las capitalistas y las socialistas.

Tal como se daban las circunstancias, en las diferentes latitudes podía debatirse en ese entonces acerca de los respectivos méritos y desventajas de unas y otras. Pero la crisis del socialismo en sus diversas tendencias a fines del siglo pasado hace pensar que la vía más adecuada para lograr el crecimiento económico que hace posible el mejoramiento de la calidad de vida de las grandes masas no es otra que la del capitalismo, entendido a partir de la propiedad privada de los medios de producción, la libre empresa y la economía de mercado.

Hace algunos días me permití poner en circulación entre los destinatarios de este blog una excelente presentación que hizo el profesor Juan David García Vidal acerca de las lecciones de los países exitosos, en la que muestra de modo contundente que los que han optado por los esquemas  capitalistas son los que mejores logros han obtenido en la lucha contra la pobreza, mientras que los que perseveran en el socialismo mantienen a sus comunidades al borde de la miseria.

El caso de Venezuela es elocuente e invita a reflexionar a fondo sobre los caminos equivocados por los que transitan demagogos, aventureros, parlanchines y nefelibatas de variados pelambres, que prometen el oro y el moro para terminar sometiendo a los pueblos a los rigores de la indigencia.

Pero la fórmula capitalista de la propiedad privada, la libre empresa y la economía de mercado no obra por sí sola los prodigios de la abundancia y su proyección sobre el ser humano común y corriente. También este puede resultar lesionado por ella si no se la acompaña de correctivos institucionales e incluso culturales que orienten la actividad económica hacia fines socialmente  necesarios.

En un reportaje que le hizo esta semana Fernando Londoño Hoyos en "La Hora de la Verdad" a Óscar Iván Zuluaga, este puso énfasis en la educación como requisito indispensable para obtener metas satisfactoria de desarrollo social. Una educación de calidad y adaptada a las necesidades del país es el mejor instrumento para mejorar las condiciones de vida de las personas, siempre y cuando venga acompañada de políticas que estimulen la creación de nuevos y bien remunerados empleos, para que no suceda lo que en otros países que, si bien producen profesionales y técnicos a granel, los tienen desocupados o sirviendo destinos para los que su preparación resulta supeflua. Es el caso de Cuba, cuya débil economía no les ofrece a sus ingenieros los empleos para los que estudiaron.

Me decía mi colega en Chile, el embajador de Corea del Sur, que su país sufrió muchísimo a lo largo del siglo pasado y sus padres entendieron que solo a través de la disciplina y la educación podrían aliviar las penurias que los afligían. Hace medio siglo Corea del Sur era más pobre que Colombia. Hoy es una potencia económica. Hubo una generación que entendió los retos pertinentes y los superó con creces. 

Nosotros, hoy, debemos aprender esas lecciones adoptando, como reclamaba hace años Alberto Lleras Camargo, un propósito nacional o, mejor dicho, varios propósitos. Uno de ellos, obviamente, debe centrarse en la educación.

Pero hay otros. En Chile tuve oportunidad de relacionarme con los creadores del plan para erradicar la desnutrición.  En el transcurso de una generación, los chilenos lo lograron, asumiendo los costos que ello implicaba bajo el supuesto de que para el país resultaba muchísimo más oneroso mantener una población con elevados índices de desnutrición. A Allende le presentaron el plan, pero él no lo entendió. En cambio, la Junta Militar que presidía Pinochet sí supo comprenderlo y ponerlo exitosamente en práctica.

Qué deplorable contraste con lo que sucede hoy entre nosotros, cuando Fernando Londoño Hoyos denuncia que la tercera parte de la población colombiana está pasando hambre y los programas de alimentación de los niños en las escuelas están en manos de validos de políticos rapaces que cobran $ 40.000 por cada pechuga de pollo que sirven como ración.

Preocupa que según las encuestas unos porcentajes importantes del electorado parezcan inclinarse por candidatos izquierdistas o criptoizquierdistas que adolecen de escasa formación económica y, por consiguiente, no tienen claridad acerca de cómo promover el crecimiento que es condición ineludible del desarrollo social. El hoy beato Pablo VI decía que "el desarrollo es el nuevo nombre de la paz", pero hay que agregar que sin crecimiento no hay desarrollo. Este implica que haya adecuada distribución de los frutos de aquel, pero siempre y cuando, desde luego, resulten esos frutos.

La economía puede abordarse desde presupuestos ideológicos, lo cual la condena al fracaso, o desde una adecuada percepción de los hechos sociales, lo que implica adoptar altas dosis de pragmatismo. Así lo entendió Deng Xiao Pin, el arquitecto de la impresionante transformación de China a fines del siglo pasado, cuando adoptó este lema: "No importa si el gato es negro o blanco; lo que interesa es que cace ratones".

Recuerdo un escrito de Raymond Aron que leí hace años, en el que el más ilustre de los pensadores liberales del siglo XX decía que las economías modernas deben lidiar con lo que él llamaba una "fatídica trinidad". Todas aspiran a tasas de crecimiento aceleradas que a la vez garanticen el pleno empleo con remuneración adecuada e índices de precios estables que aseguren el acceso de los consumidores a los bienes y servicios que demandan sus necesidades. Pero resulta en extremo difícil, por no decir imposible, lograr resultados óptimos a la vez en esos tres escenarios. Solo la habilidad política logra equilibrios aceptables entre ellos.

De ahí que Bismarck, un conservador decimonónico que promovió acciones que sirvieron de antecedente del Estado de Bienestar o Estado Providencia del siglo XX, dijera que la política es el arte de lo posible.

Uno se pregunta si las Farc y sus compañeros de ruta que aspiran a la toma del poder dizque para la "refundación de Colombia" entienden estas realidades contundentes que chocan con sus delirios ideológicos. 

La conocida frase de Lenin que sirve de título de este escrito debería invitarlos a reflexionar. Su programa no asegura, como creía Marx, el tránsito del Reino de la Necesidad al Reino de la Libertad, sino, muy probablemente, un verdadero "descensus ad inferos", pero sin esperanza alguna de redención.






domingo, 17 de diciembre de 2017

¿Hay razones para creer?

Es evidente que los cristianos y, en especial, los católicos albergamos creencias que desafían la racionalidad científica y, por consiguiente, resultan difíciles de entender y aceptar para aquellos que dicen que solo se fían de lo que las ciencias positivas tengan por bien establecido.

No faltan los que se mofan de la idea de que una virgen haya concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y exijan, siguiendo a Hume, pruebas extraordinarias para los hechos extraordinarios en que se funda nuestra fe.

Pero esas pruebas extraordinarias existen, están bien documentadas y son contundentes.

La primera de ellas la encontramos en la excelencia de la doctrina moral del cristianismo, cuya contemplación llevó a un pensador de la talla de Bergson a afirmar que solo un Dios podría haber concebido el Sermón de la Montaña. Tal como lo muestra Mgr.  Osterreicher en su libro "Siete Filósofos Judíos Encuentran a Cristo", nada menos que el propio Henri Bergson, Edmond Husserl, Adolf Reinach, Max Scheler, Paul Landsberg, Max Picard y Edith Stein se suman a muchísimos otros intelectuales de renombre al declararse convencidos de la divinidad de Cristo en virtud del sublime contenido de sus enseñanzas. 

Como los hombres tendemos a hacernos los sordos ante la Palabra de Dios, esta se afirma mediante signos visibles, los que llamamos milagros, de los que se ocupa un interesante libro de Pierre Delooz que lleva precisamente por título "Los Milagros, ¿un desafío para la ciencia?", en el que se hace un recuento de los cerca de mil doscientos milagros aprobados en el marco de las beatificaciones y canonizaciones de la Iglesia Católica (Ed. Andrés Bello, Santiago, 2000).

El mayor de los milagros es la resurrección de Cristo. Lee Strobel, un galardonado editor de temas legales del Chicago Tribune, molesto por la conversión de su esposa, se dedicó a escudriñar con ojo crítico los testimonios sobre la vida de Cristo, con el ánimo de convencer a su cónyuge del camino equivocado que había emprendido. Tuvo que rendirse ante las evidencias y terminó no solo convirtiéndose él mismo, sino abandonando su brillante carrera como periodista de investigación para abrazar el oficio de pastor de la iglesia bautista. Su historia puede leerse en "El caso de Cristo, una investigación personal de un periodista de la evidencia de Jesús", publicado por Editorial Vida en Miami en 2014. El libro ha figurado como "best-seller" en los registros de The New York Times y se consigue fácilmente en Amazon.

A los escépticos les convendría ocuparse de la Sábana Santa de Turín, que ofrece serios motivos de credibilidad acerca de que constituye el auténtico envoltorio del cadáver de Cristo y el registro de su muerte y resurrección. Sobre el tema hay abundantísima bibliografía, en la que se destaca "El Misterio de la Sábana Santa", de Pierluigi Balma Balloni (Algaida Editores, Sevilla, 2009). Y para mayor abundamiento, podrían estudiar los casos del Sudario de Oviedo y el Velo de Manoppello, sobre los que hay dos libros muy bien refrenciados, en su orden, de José Manuel Rodríguez Almenar y Paul Badde.

Este último escribió, además, una obra de obligada referencia, "Maria of Guadalupe: shaper of history, shaper of hearts" (Ignatius Press, San Francisco, 2008), sobre la más importante de las apariciones marianas, pues de ella queda registro vivo en la tilma milagrosa que se venera en México. 

Yves Chiron publicó hace algún tiempo su "Enquête sur les apparitions de la Vierge" (Le Grand Livre du Mois, Paris, 1985), dentro de las que hay que destacar, además, las de Lourdes y de Fátima. 

La primera es famosa por las curaciones inexplicables desde el punto de vista médico que se han producido en visitantes del santuario que lleva su nombre, de una de las cuales dio fe en "Viaje a Lourdes" Alexis Carrel, quien fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina. Menos conocido, pero no menos elocuente, es el testimonio de Franz Werfel, gran escritor judío y tercer esposo de Alma Mahler, quien huyendo de la persecución nazi tuvo que refugiarse cerca de Lourdes, en donde tuvo conocimiento de los pormenores de la historia de las apariciones. Para cumplir su promesa de escribir sobre el tema si lograba salvarse de los nazis, publicó poco después, en Estados Unidos, un bellísimo libro, "La Canción de Bernadette: Historia de las Apariciones de la Virgen de Lourdes", (Ediciones Palabra, Madrid, 2010), que sirvió de base para una también preciosa película que se filmó en 1943 y puede conseguirse en DVD en el mercado doméstico o verse en youtube a través del siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=oBkmhAGohBc

Sobre Fátima, me limito a mencionar el "Milagro del Sol", presenciado por varias decenas de miles de personas el 13 de octubre de 1917 y sobre el cual hay registro gráfico (Vid. https://www.youtube.com/watch?v=Uk-xvGH84nk).

¿Y qué decir de las lacrimaciones de Akita, que divulgó la televisión japonesa y pueden verse también en  el siguiente enlace de youtube: https://www.youtube.com/watch?v=8fqIljKIO3o ?

El tema de los Milagros Eucarísticos ha sido estudiado a fondo por el Profesor Ricardo Castañón Gómez Ph.D. en su libro "Más allá de la Razón...un diálogo de complementariedad entre la Ciencia y la Fe", publicado en Bolivia en 2009 por el Centro Internacional de Estudios Para La Paz. Sus impresionantes descubrimientos están al alcance de todos en https://www.youtube.com/results?search_query=milagros+eucar%C3%ADsticos+-+dr.+ricardo+casta%C3%B1%C3%B3n.

Pero más importantes que estos signos visibles, son los que podríamos llamar "milagros interiores", tales como los fenómenos de conversión que experimentaron Paul Claudel y muchísimos más, entre los que destaco a Manuel García Morente, el célebre filósofo español, autor de unas memorables "Lecciones Preliminares de Filosofía" que han servido a varias generaciones de estudiantes como guía para iniciarse en el estudio de tan excelsa disciplina. Sobre esta edificante conversión puede documentarse el lector en http://www.fluvium.org/textos/lectura/lectura9.htm.

Milagros interiores son también los cambios radicales de vida que muchos hemos experimentado y solo podemos atribuírlos a la acción providente y misericordiosa de la gracia de Dios. A quien desee conocer más sobre el asunto, le recomiendo que lea el libro de Joseph Kessel, "Alcohólicos Anónimos", publicado por Plaza y Janés en Barcelona en 1969, o se acerque a pedir literatura disponible en las Oficinas de Servicios Generales de A.A.

Leí hace poco en Crisis Magazine un acertado artículo de Anthony  Esolen que lleva por título "A Response to Enemies of the Faith", en el que observa que, a diferencia de los críticos de antaño que se tomaban el trabajo de estudiar los fundamentos de nuestras creencias religiosas antes de combatirlas, los de hoy suelen ignorarlos, de suerte que hablan sobre lo que no saben. Tal el caso de Dawkins, al tenor de las declaraciones que dio para la prensa capitalina a raíz de su reciente visita a Colombia. El artículo de Esolen puede leerse en http://www.crisismagazine.com/2017/engine-of-ridicule.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Mucho ruido y pocas nueces

El Tiempo publicó la semana pasada una reseña sobre el debate que tuvo lugar en la Universidad Javeriana entre el padre Gerardo Remolina S.J. y el conocido promotor del ateísmo Richard Dawkins (vid. http://www.eltiempo.com/vida/educacion/charla-de-gerardo-remolina-y-richard-dawkins-sobre-existencia-de-dios-158516).

Al tenor de la referida publicación, los planteamientos de Dawkins no fueron más allá de lo que usualmente se conoce acerca del conflicto entre la concepción cientificista del mundo y las distintas concepciones religiosas, centrados esta vez, al parecer, en su crítica al fundamentalismo religioso, principalmente de tipo protestante que agudiza dicho conflicto a partir de una interpretación literal de la Biblia que hace hincapié en el creacionismo y niega los datos de la evolución. 

Dawkins goza de merecida fama como divulgador de temas científicos, especialmente en lo que concierne a la biología, y encarnizado crítico de las ideas religiosas. Pero no es un teólogo, como tampoco, strictu sensu, un filósofo. Pertenece a esa categoría que en su momento identificó Ortega y Gasset como de especialistas que se amparan en sus conocimientos científicos para proyectarse más allá de lo que los mismos autorizan, a través de generalizaciones mal fundadas en los rigurosos métodos de las ciencias experimentales.

Estas, por supuesto, han modificado sustancialmente las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y las realidades que nos circundan. Es claro que nuestras concepciones sobre el mundo no pueden ser las mismas de las épocas pre-científicas y que no pocas ideas tradicionales, incluso de tipo religioso, sufren el influjo a veces demoledor de los resultados establecidos por la ciencia. Pero esta adolece de distintas limitaciones, sus hipótesis no dejan de ser provisorias y dan lugar a un muy amplio margen abierto a la especulación racional e incluso a la imaginación.

La ciencia sustenta, en los términos de Dilthey, una o varias concepciones posibles del mundo. Menciono a ese eminente filósofo alemán del siglo XIX para llamar la atención acerca de lo siguiente: las concepciones del mundo no son estrictamente racionales, pues se nutren de distintos ingredientes que de hecho pueden ser míticos y, en los tiempos que corren, ideológicos.

El padre Remolina puso, en efecto, el dedo en esa llaga: hay cierta mitología de la ciencia, de la racionalidad, de las evidencias empíricas. Las ciencias se definen por las parcelas de la realidad a cuyo examen metódico se aplican. Esas parcelas trazan sus límites, así como las condiciones de validez de sus métodos. Cuando se exceden esos límites ya no se está en el terreno estrictamente científico, sino en el de las meras opiniones o el de las ideas filosóficas.Y como bien se sabe, además, toda ciencia particular supone ciertos presupuestos metafísicos que ella misma no sustenta.

Hay historiadores de la ciencia occidental que plantean que esta no se habría podido desarrollar  sin el clima que había creado la metafísica cristiana, que afirmaba la idea de un orden racional del universo fundado en Dios. Descartes mismo no pudo prescindir de Dios como garante de las verdades accesibles a nuestro entendimiento. Y Newton, por su parte, basaba en Él la confianza en que las órbitas planetarias mantuvieran su regularidad.

Hubo, es cierto, un paso posterior tendiente a excluir la idea de Dios de la explicación científica. Se atrevió a darlo, entre otros, Laplace, que al dar respuesta a Napoleón sobre el papel que le correspondía a Dios en la explicación de su sistema astronómico le dijo que la de Dios era una hipótesis innecesaria.

Dawkins permanece en la idea de Laplace. Nada nuevo aporta. Afirma a pie juntillas que nada tuvo que ver con el "Big Bang", ni con el origen y la evolución de la vida, ni con la configuración de la conciencia, y que la suya es una idea del todo desdeñable cuando se trata de explicar la existencia humana y su destino final. Se identifica con Searle, quien proclama que somos "bestias biológicas" y todo lo que nos concierne tiene que examinarse solo a la luz de la teoría cuántica de la materia y la de la evolución de signo darwiniano.

Pero no todos los científicos ni quienes se ocupan de la enseñanza y la divulgación de la ciencia opinan de la misma manera.

Menciono al azar tres casos. Primero, el de Camilo Flammarion, astrónomo como Laplace, que se dedicó además a investigar a fondo las manifestaciones de lo que llamamos el mundo sobrenatural y llegó a la conclusión de que habitamos en un medio psíquico que nos resulta difícil entender, pero ahí está. Segundo, el de Claude Tresmontant, uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo según Guy Sorman, profesor de filosofía de la ciencia en La Sorbona y  merecedor del Gran Premio de la Academia de Moral y Ciencia Política por todas sus obras en 1987, quien escribió un texto luminoso: "Cómo se plantea hoy el problema de la existencia de Dios". Tercero, el de Charles Tart, que coronó más de medio siglo de investigación y enseñanza científicas con "The End of Materialism", que mantengo a la mano prácticamente como libro de cabecera.

Se habla del "Big Bang" olvidando que es una hipótesis propuesta por un jesuíta belga, fundada en observaciones astronómicas y análisis matemáticos, la cual deja abierta la cuestión de cómo se produjo el impulso inicial, y en sana lógica no solo no excluye la idea de un creador, sino que incluso la sugiere. Dawkins afirma que seguramente la ciencia terminará ofreciéndonos alguna explicación satisfactoria sobre el origen de la vida, que es cuestión todavía no resuelta. Supongamos que sea válida la hipótesis de Oparin acerca de una síntesis que se produjo en el fondo del mar por obra de radiaciones cósmicas. ¿Excluye la acción creadora de Dios? ¿Fue algo fortuito o, más bien, sugiere un designio inteligente? ¿Y qué decir de lo que Teilhard de Chardin denominaba "el fenómeno humano"? ¿De dónde procede la conciencia, irreductible a su soporte biológico y que ya en ciertos medios tiende a considerarse anterior al mismo?

Tresmontant, que no era propiamente un ignorante ni un charlatán, va al fondo metafísico del asunto, a partir de la distinción entre el ser necesario y eterno y el ser contingente y finito. Si, según enseñan los físicos, el universo material que conocemos por medio de los sentidos tuvo origen en el tiempo y tendrá fin en un día que se cree que será muy lejano al nuestro por obra de las leyes de la termodinámica, ese no es el ser necesario y eterno que postula el pensamiento racional, ese que no puede no ser.

Acá hay que traer a cuento a Voltaire, para quien el gran mecanismo de relojería que nos ofrecía Newton solo era explicable en función de un gran relojero, es decir, de una inteligencia superior. Hawkins y Dawkins pretenden que ese gran relojero es el átomo primordial, transformado por el segundo en el gen primordial.

El pensamiento cientificista podría triunfar sobre todo pensamiento religioso si lograra demostrarnos de modo convincente que solo hay un universo, el material accesible a los sentidos; que no hay, por consiguiente, un universo sobrenatural, los "otros mundos que habitan en este", según decía poéticamente Paul Éluard; que no obran interacciones entre unos y otros;  y que no hay supervivencia de la conciencia humana después de la muerte, la "vida después de la vida" que ha explorado el Dr. Raymond Moody a partir de sus experiencias clínicas.

Llama, en fin, la atención la actitud poco científica de Dawkins respecto de la Biblia y, en general, del hecho religioso. Acá lo contrasto también con Tresmontant, que a más de profundo conocedor del mundo de la ciencia, dominaba todo lo concerniente a dicho libro sagrado y sabía discernir la complejidad de los asuntos que se tratan en el mismo. 

¿Puede uno considerar como malvado y corruptor lo que dice el Evangelio acerca de los mandamientos supremos de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo? ¿Hay alguna enseñanza maligna a partir de parábolas como la del Buen Samaritano o la del Hijo Pródigo, que en realidad debería llamarse la del Padre Bueno? ¿No ha dotado el Evangelio de una fuerza espiritual a nuestra civilización, como lo pusieron de presente destacados intelectuales ingleses como Hilaire Belloc, Gilbert Keith Chesterton o Chistopher Dawson, fuerza que tiende a disiparse debido a la prédica corrosiva de personajes tan miopes y gárrulos como Richard Dawkins?

Remato con la observación que alguna vez escuché de labios de un distinguido sacerdote: ¿Por qué les resulta Dios tan molesto a estos individuos? ¿Será porque, como lo  puso en boca de Iván Karamazov ese genio que fue Dostoiewsky, "Si Dios no existe, todo nos está permitido"? ¿Es el nihilismo que se disfraza con la vestiduras de la ciencia?


lunes, 4 de diciembre de 2017

La Rifa del Tigre

No otra cosa se ganará el que resulte triunfador en las próximas elecciones presidenciales, pues el legado de Santos no podría ser más ruinoso: un país moral y anímicamente destruído, con su institucionalidad hecha trizas y su economía desquiciada, naufragando en medio de un mar de coca y con una delincuencia ensoberbecida.

La gran tarea que le espera al próximo presidente es la reconstrucción del tejido comunitario, que Santos dejará en hilachas. Y para ello tendrá que contar con sólidas mayorías electorales que le garanticen en el congreso, en los partidos, en los medios, en los círculos dirigentes y en los distintos escenarios colectivos la gobernabilidad que se requiere para superar la crisis en que ya estamos inmersos.

Son muchos los asuntos de extrema gravedad que será menester que se afronten en procura de enderezar el rumbo que llevamos.

Por supuesto que en la agenda figura en primerísimo lugar lo que atañe al NAF. Su implementación es imposible, porque el país no la quiere y, además, desde todo punto de vista le resultaría enormemente perjudicial, así fuese tan solo desde el punto de vista financiero. Nuestros agotados recursos fiscales no dan para cumplir los compromisos que irresponsablemente se acordaron con las Farc, que mal contados representan quizás unos diez billones de pesos anuales a lo largo de una década. Pero hay otros temas no menos importantes que ameritan revisarse.

El que se comprometa a implementar el NAF no sabe en qué cenagal va a hundirse. Pero la alternativa de revisarlo tampoco es fácil, pues implica definir qué puede mantenerse del mismo y qué debe corregirse, así como el sentido en que conviene hacerlo. E inexorablemente habrá que llegar a nuevos acuerdos con las Farc, si se quiere emprender algo viable.

Una apabullante derrota electoral de los partidarios del régimen de transición que promueven las Farc servirá para convencerlas de la necesidad de que se acoplen a la idea de una verdadera democracia pluralista y abandonen sus ínfulas hegemónicas en pro de una delirante "refundación de Colombia" al estilo de los modelos castrochavistas.

El NAF exhibe muchísimos defectos de los que la opinión pública ya se está percatando. Pero el más grave de todos radica en que, en lugar de abrir la posibilidad de que en nuestro escenario político juegue una tendencia social-demócrata civilizada y razonable, se le están otorgando privilegios exorbitantes a un grupo que, como lo he dicho en múltiples ocasiones, está animado por un proyecto totalitario y liberticida. 

Las Farc no han evolucionado ideológicamente, al menos para mejorar en su apreciación de las realidades del mundo actual. Es posible que sus tácticas hayan cambiado, pero el núcleo de su doctrina permanece siendo el mismo. Son comunistas recalcitrantes y gozan en virtud del NAF de ventajas que los demás sectores de la opinión no tienen. Si se instaura el gobierno de transición que predican, su hegemonía se hará sentir más temprano que tarde.

Lo que Colombia necesita no es ese gobierno de transición, sino uno de contención de los desaforados apetitos de las Farc. 

Cómo bajar por las buenas a sus capos del coche en que ya los encaramó Santos, he ahí el detalle.




miércoles, 29 de noviembre de 2017

¿Transacción o cesión de bienes?

Se dice que en el extranjero llama la atención el poco respaldo que se advierte en nuestras comunidades en torno de los acuerdos con las Farc, que llevan un año de haber sido firmados en un espectáculo que tuvo lugar en el teatro Colón. Hay quienes se duelen, además, de que la gente no haya entendido que todo acuerdo de paz es imperfecto y entraña sacrificios que conviene aceptar por aquello de que suele ser mejor un mal arreglo que un buen pleito.

Sobre la opinión de la supuesta "comunidad internacional", hay que decir que no solo es casi siempre superficial y deficientemente informada, sino que lo que se entiende por tal es un conglomerado de burócratas, comunicadores, académicos, ideólogos y activistas políticos prácticamente colonizados por las izquierdas. Su mentalidad es la de lo "políticamente correcto", reflejada en el torpe dicho de un intelectual francés que proclamaba que prefería estar equivocado con Sartre y no acertado con Aron. 

Es un vicio mental muy difícil de desarraigar que sigue haciendo estragos, según puede observarse en estas declaraciones de André Versaille que acaba de publicar Causeur. (Vid. https://www.causeur.fr/andre-versaille-intellectuels-gauche-phoques-148004?utm_source=Envoi+Newsletter&utm_campaign=7bf6fee67a-Newsletter&utm_medium=email&utm_term=0_6ea50029f3-7bf6fee67a-57270229). 

En cuanto a lo de que un mal arreglo es preferible a un buen pleito, no es poca la tela que ofrece para cortar. 

Hace varias semanas el padre Hernando Uribe Carvajal recordaba en "El Colombiano" las advertencias de Tácito, el célebre historiador romano, acerca de los malos tratados de paz, que suelen ser la semilla de nuevas y quizás más graves confrontaciones.

Un caso célebre es el del Tratado de Versalles de 1919, con el que se pretendió poner fin a la Primera Guerra Mundial y abrió el camino de la Segunda, tal como lo advirtió Keynes en su famoso libro sobre "Las Consecuencias Económicas de la Paz". (Vid. https://archive.org/details/KeynesLasConsecuenciasEconomicasDeLaPaz).

Los acuerdos de paz, como cualquier otro convenio, pueden ser excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos, vistos en una escala de 5 a 1.

¿Cómo calificar el que consta en el NAF?

Creo que cada día se corrobora más la impresión que tuve desde un principio acerca de que las Farc solo aceptarían un acuerdo que las beneficiara de tal modo que su ansiada toma del poder quedase al alcance de sus manos. Son tales las ventajas que el NAF les otorga, que traen a mi memoria la franca respuesta que le dio mi profesor Ignacio Moreno Peláez al rector de la Universidad de Antioquia, Eduardo Uribe Botero, que lo exhortaba a que fuese complaciente con la jauría comunista que se estaba tomando nuestra Alma Máter: "Lo que Ud. me propone no es una transacción, sino una cesión de bienes".

Los civilistas entenderán de una lo que estoy diciendo. La transacción implica concesiones recíprocas de las partes; en la cesión de bienes el deudor fallido se entrega a sus acreedores, es un acto de rendición. Y tal es lo que se convino con las Farc en La Habana: la claudicación de las autoridades de la República de Colombia ante un puñado de facinerosos de la peor laya poseídos por un credo totalitario y liberticida.

Los capos de las Farc no ocultan su adhesión a los dogmas del marxismo-leninismo ni su propósito de conquistar el poder para imponernos el fallido y criminal modelo castro-chavista. Quieren hacer de Colombia una nueva Cuba y una nueva Venezuela, y el pueblo no les come cuento, pues tiene a la vista los deplorables resultados de la puesta en marcha del socialismo. 

Pero bien se sabe que quienes lo promueven están obnubilados por una ideología que exhibe los peores rasgos de las actitudes religiosas, tales como la negación o la distorsión de la realidad, el fanatismo, la intolerancia o la crueldad. Recomiendo sobre este asunto la lectura del siguiente comentario acerca de la obra de Yuri Slezkine en torno de la Revolución Rusa, que muestra cómo los bolcheviques obraban animados por un credo de características similares a las de los fundamentalistas religiosos: http://www.nybooks.com/articles/2017/11/23/bolshevisms-new-believers/

Pues bien, las elocuentes y pavorosas muestras de crueldad que exhibieron las Farc en ejercicio de su "sagrado derecho de rebelión", tal como lo calificó un jesuíta indigno de su condición sacerdotal, justifican el rechazo con que a sus dirigentes y voceros se los recibe do quiera que se hacen presentes. Las comunidades saben, porque han sufrido sus depredaciones, que ese tal "sagrado derecho" no se ha ejercido contra un "establecimiento" cerrado, egoísta, explotador y criminal, sino contra el pueblo colombiano mismo. El mayor número de sus víctimas no se cuenta entre la gente "de modo", como aquí decimos, sino la del pueblo llano.

Comencemos por la "guerrillerada", que en su inmensa mayoría se reclutó a través del infame tributo que las Farc les impusieron a miles de familias campesinas a las que les arrebataban sus hijos dizque en aras de la lucha popular. Esa es una de las causas del desplazamiento de muchísimos habitantes del campo hacia las ciudades, en donde esperaban recibir  protección para sus niños. Los millones de desplazados no lo fueron por la acción de la fuerza pública, sino por la de los alzados en armas, que a donde llegaban imponían su régimen de terror.

Abundan los testimonios acerca del infierno que se vivía en el interior de los frentes de las Farc y en las regiones sometidas a su atroz influencia. Centenares de pueblos conocieron la destrucción por obra de los ataques de la guerrilla. No faltaron aquellos en que se cebaron con aterrador encarnizamiento porque no se plegaban a fundar su economía en el cultivo de la coca. 

No, lo de las Farc no fueron errores, sino crímenes, muchos de ellos de lesa humanidad que abrieron heridas bastante difíciles de superar en el alma de las comunidades.

El coronel Plazas Vega ha reseñado los viernes en "La Hora de la Verdad" los espeluznantes prontuarios criminales de los cabecillas de las Farc. No estamos en presencia de unos próceres que, animados por la justicia de sus causas, hubiesen tenido que empuñar mal de su grado las armas para derrocar unos gobiernos espurios, sino de unos psicópatas sedientos de sangre. 

¿Quién, en su sano juicio, puede esperar que cuando tomen el poder actúen con moderación y buen sentido, si lo que saben del manejo de los hombres es que hay que tratarlos como a bestias? ¿Qué enseñan al respecto las filmaciones sobre el trato inhumano que se daba a los secuestrados en los campos de concentración que habían montado en medio de la espesura de las selvas? Me contaba una dama que sufrió el secuestro con el general Mendieta que a este lo amarraban con cadenas y lo obligaban a arrastrarse por el suelo. Y a un secuestrado que por su obesidad no podía andar al ritmo que pretendían imponerle lo amarraban con alambre de púas, dizque para que aprendiera a moverse.

Por supuesto que de estas atrocidades no se ocuparán probablemente la Comisión de la Verdad ni la JEP, pues el sesgo ideológico de los nombrados para integrarlas hará que, como lo ha dicho Ordóñez en otro contexto, "lloren por un solo ojo". Pero el pueblo las conoce y no las olvida. Cada víctima tiene una historia para contar que parte el alma. Y su testimonio hace que la gente se estremezca cuando ve pavonearse a los perpetradores de tantas atrocidades.

Reitero lo dicho en pasadas oportunidades: Santos y los negociadores de La Habana ignoraron que la búsqueda de la paz parte de unos condicionamientos morales imprescindibles. No basta con proclamarla en textos farragosos e indigeribles como el del NAF, sino que hay que suscitarla en el corazón de las comunidades y hasta en el de cada uno de los colombianos, especialmente los que de algún modo hemos sido víctimas de la violencia. Pero a ello no apuntan la altanería y el cinismo de que hacen gala a troche y moche los cabecillas de las Farc.

Se explica de ese modo que a Santos se lo reciba con rechiflas en todas partes y que De La Calle, que en otras circunstancias podría aspirar a cosechar el triunfo de una gestión digna del mayor encomio en bien de la patria, haya obtenido una muy magra y humillante votación en respaldo de su candidatura presidencial. El pueblo los desprecia y no porque sea malagradecido, sino porque los ve como cómplices de los verdugos de las Farc.


lunes, 20 de noviembre de 2017

La paz en veremos

Los defensores de los acuerdos con las Farc destacan la entrega de armas y la desarticulación de los frentes guerrilleros, así como la reducción del índice de homicidios en el país, como aspectos positivos de los mismos. 

No les faltan razones. Pero las cosas deben examinarse en su contexto. Al lado de los activos hay que anotar los pasivos y, como en la contabilidad de hace algunos años "las cuentas de orden por contra", es decir, los imponderables.

El abrumador crecimiento de los cultivos de coca, que nos convierte de hecho en un "Narcoestado", y  el tamaño de las disidencias de las Farc, junto con lo que ha registrado la prensa en estos días sobre el bajo nivel de cumplimiento de lo acordado por parte del gobierno, son, desde luego, aspectos negativos que no contribuyen a generar optimismo sobre los resultados del NAF.

Se ha abierto ahora una grave discusión sobre la JEP, que es, por así decirlo, la columna vertebral de los acuerdos, a raíz de un fallo reciente de la Corte Constitucional cuyos pormenores todavía no están a nuestra disposición, y del proyecto de ley estatutaria que está en su fase final en el Congreso y deberá definirse antes del 30 de este mes.

Conviene recordar que el tema de la responsabilidad penal de los integrantes de las Farc por sus innumerables delitos cometidos a raíz de su rebelión contra el ordenamiento legítimo de la República de Colombia, muchos de ellos de extrema gravedad y susceptibles de caer bajo el control de la CPI, tenía atrancadas las conversaciones de La Habana. A raíz de ello, el gobierno dejó de lado a sus negociadores y se integró una comisión de la que hicieron parte Juan Carlos Henao, Manuel José Cepeda, Álvaro Leyva y Enrique Santiago, para que en el estrecho límite temporal de un fin de semana elaborase una propuesta llamada a superar el escollo.

Esto nos da una idea de la ligereza y la consiguiente irresponsabilidad con que el gobierno adelantó este proceso. Un asunto de enorme magnitud, preñado de complejidades, en el que se decidía sobre temas fundamentales de la ordenación institucional de la República, se resolvió a las volandas, dejando de lado pormenores de vital importancia que son ahora tema de discusión en los distintos escenarios colectivos. Entonces vienen, como dice el Evangelio,"el llanto y el crujir de dientes", cuando la sociedad colombiana empieza a darse cuenta de las implicaciones de ese engendro concebido en una aventura de "week-end".

Las Farc creían haber tomado el sartén por el mango con este y otros acuerdos que parecían darles ventajas exorbitantes para aventurarse a la ansiada toma del poder, ya no por la fuerza de las armas, sino por medios institucionales estipulados a espaldas del pueblo y en contra de su  voluntad que se expresó en el plebiscito del dos de octubre del año pasado. 

Pero el fallo de la Corte Constitucional y lo que se espera que salga del Congreso en estos días les están aguando la fiesta. De ahí sus airadas protestas que se aúnan a la amenaza de dar por terminado el proceso de paz si no se atienden sus reclamos.

Bien dice el vulgo que "de la carrera no queda sino el cansancio". Santos estaba urgido de firmar el acuerdo con las Farc antes de la adjudicación del Premio Nobel de Paz que venía gestionando y para cuyo evento había ordenado desde hacía varios meses que se acondicionara un avión en el que pudiera viajar a recibirlo, tal como lo informó la prensa en su debida oportunidad. La precipitud con que obró le hizo perder todo control sobre la marcha de los acontecimientos. Quedó en manos de las Farc y para darles gusto se atrevió a desconocer los resultados del plebiscito, dando lugar así a un auténtico golpe de estado que trajo consigo el desquiciamiento de nuestra endeble institucionalidad. Esta quedó como "un viejo mueble descolado", según diría el pintoresco "Negro Cele", autor del famoso "Mano a Mano".

De ahí en adelante, todo ha acontecido a través de una seguidilla de burlas a la Constitución, como las que acaba de infligirle la Corte Constitucional al desconocer, sin asomo alguno de vergüenza, para este caso su discutible tesis sobre el juicio de sustitución de aquella, con lo que impidió la segunda reelección del presidente Uribe Vélez y la creación de una Comisión de Aforados para controlar los desafueros de las altas Cortes.

Insisto en que la argumentación jurídica carece de toda relevancia para lo que hoy se debate en el país. Estamos bajo un régimen de facto, y las Farc temen que del mismo modo que Santos le dio la espalda a Uribe, se vuelva ahora en contra de ellas y les dé unas amargas sorpresas, ya que saben que es un gobernante sin Dios ni Ley. Por eso están encendiendo las alarmas. Las asusta que de sopetón extraditen a sus capos a los Estados Unidos y acá mismo se hagan efectivas las severas condenas que les ha impuesto la justicia ordinaria.

No sobra recordar que los acuerdos se hicieron con un gobierno tramposo y no con la sociedad colombiana, que aspira a la paz, pero no al precio que tratan de imponer las Farc, sino en términos razonables.

Sobre estos últimos habrá que reabrir la discusión.


domingo, 5 de noviembre de 2017

"...ahora hueles mucho más que antes, y no a ámbar..."

El hedor que expele la gestión de Santos trae a mi memoria el episodio de los batanes que se relata en el capítulo XX del Quijote, cuando Sancho, presa del miedo y aferrado a la pierna de su señor, arroja ruidosamente heces de su vientre, excitando así el sensible olfato del Ingenioso Hidalgo, quien le dice:

"...-Me parece, Sancho, que tienes mucho miedo.

"-Sí lo tengo, ¿pero en qué lo nota vuestra merced ahora más que antes.

"-En que ahora hueles más que antes, y no a ámbar..."

La prensa anuncia hoy un nuevo episodio de corrupción que enloda a Santos. Se trata de su participación en sociedades domiciliadas en Barbados, que es un refugio fiscal en el Caribe (Vid.http://m.elcolombiano.com/colombia/paradise-papers-nuevo-escandalo-salpica-a-presidente-juan-manuel-santos-NL7638258; http://m.elcolombiano.com/colombia/paradise-papers-nuevo-escandalo-salpica-a-presidente-juan-manuel-santos-NL7638258).

Esto viene a descubrirse a poco del escándalo de la salida de la Directora General del Sena, que a raíz de la declaratoria de insubsistencia con que la castigó Santos dizque por haber desconocido el conducto regular para tramitar sus denuncias contra los malos manejos de su antecesor en el cargo y hoy Secretario General de la Presidencia, estremeció a la opinión pública con sus revelaciones acerca de esa impúdica gestión (https://www.elespectador.com/noticias/educacion/durante-tres-semanas-intente-denunciar-en-el-gobierno-exdirectora-del-sena-articulo-721153; http://www.eltiempo.com/vida/educacion/exdirectora-del-sena-habla-sobre-irregularidades-en-administracion-de-alfonso-prada-147670).

¿Y qué decir del escándalo de Odebrecht, que involucra, entre otros altos funcionarios y personajes cercanos al gobierno, a dos exministras que Santos defendió declarándolas impolutas y hoy sabemos que son unas "triple impolutas"? (Vid. http://cnnespanol.cnn.com/2017/03/17/los-tentaculos-de-odebrecht-en-colombia-la-red-de-los-implicados-en-elescandalo/#0; http://www.elcolombiano.com/colombia/politica/declaraciones-de-juan-manuel-santos-sobre-criticas-del-centro-democratico-a-exministras-por-odebrecht-LK5826973).

Santos, con el cinismo que lo caracteriza, ha dicho sobre los negociados que rodean a su gobierno que apenas acaba de enterarse y está combatiendo la corrupción que se está destapando, como si la cosa no fuera con él (Vid. http://www.radiosantafe.com/2017/10/07/la-corrupcion-se-esta-destapando-y-se-esta-combatiendo-santos/; https://www.elheraldo.co/colombia/se-esta-destapando-la-olla-podrida-dice-santos-sobre-casos-de-corrupcion-386287).

Las denuncias sobre corrupción en el gobierno de Santos no son de ahora. Desde hace un buen rato el senador por el CD Ernesto Macías ha venido destapando otras ollas podridas que tampoco huelen a ámbar.(Vid. 
http://girardot.extra.com.co/noticias/politica/santos-su-gobierno-ha-sido-el-mas-corrupto-de-la-historia-er-267146; http://www.eluniversal.com.co/politica/nueva-denuncia-contra-juan-manuel-santos-por-auxilios-parlamentarios-149274).

De hecho, Juan Manuel Santos ha fundado su acción política en el reparto de la tristemente célebre "mermelada" con la que compra a los congresistas para que apoyen sus iniciativas.

Los ingredientes de ese indigesto comistrajo son muy variados, pero todos ellos apuntan hacia el enriquecimiento personal de los congresistas y sus aliados, así como a la financiación ilegal de sus campañas políticas. Se sabe, por ejemplo, de alguno que vendió su "cupo indicativo" en varios miles de millones de pesos.

La separación de poderes, la independencia del Congreso, la transparencia de la gestión de sus miembros, en fin, todo aquello que quiso proteger la Constitución en aras del orden político, económico y social justo que promete su Preámbulo, ha venido a pique por obra de la inatajable tendencia a los malos manejos que caracteriza a Santos.

Los que lo han conocido de cerca, como Carlos Lleras de la Fuente, no ahorran epítetos de grueso calibre para referirse a lo avieso de su carácter.

Dice de Santos,  Fernando Balda, que lo defendió como abogado ante las autoridades ecuatorianas a raíz del atque al campamento en que murió Raúl Reyes, que es imposible compararlo con los más famosos traidores de la historia, pues a todos ellos juntos los supera en felonía (Vid. https://fernandobalda.wordpress.com/2013/04/24/el-traidor/).as 

Al tenor de lo que se sabe de quien ocupa hoy el cargo de presidente de Colombia, el registro de sus hazañas es digno de figurar como un apéndice de la "Historia Universal de la Infamia" que hizo famoso a Jorge Luis Borges. Si lo tenemos hoy como primer magistrado, ¿por qué ha de extrañarlos que un facineroso como el atroz Timochenko aspire a sucederlo?

En mis navegaciones por la red encontré esta mañana estas profundas palabras de Santo Tomás Moro:  "El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral" (Vid. https://peregrinodeloabsoluto.wordpress.com/biblioteca-digital-pdf/).

Pues bien, Santos ha hecho gala de su total desprecio por la moralidad en la política. Es, en rigor, un amoral. Y así no es posible gobernar con tino. Ha convertido a Colombia en un albañal.


martes, 31 de octubre de 2017

Divagaciones constitucionales

Por una muy amable invitación de la Facultad de Derecho de la UPB hube de dictar en este semestre cuyo fin se aproxima un curso de Dogmática Constitucional Colombiana.

Como su nombre lo indica, el contenido de la materia versa sobre la parte dogmática de la Constitución. 

Es bien sabido que en la doctrina suele distinguirse en toda Constitución una parte dogmática, que atañe a los principios fundamentales que la inspiran, y una parte orgánica, contentiva de normas de detalle sobre la ordenación de los poderes públicos y sus relaciones con las comunidades y los individuos.

La línea divisoria entre ambos segmentos no es nítida, pero la distinción es importante porque la parte orgánica se inspira en la dogmática y, en tal virtud, la jurisprudencia considera que sus disposiciones no solo deben aplicarse en función de los principios básicos, sino que no pueden contrariarlos. 

De ese modo, se ha llegado a sostener que hay normas de la parte orgánica que son prácticamente inexequibles, a menos que se las entienda en el sentido e incluso bajo la redacción que la jurisprudencia impone. 

No menos importante es, además, la tesis según la cual los "elementos basilares" de la Constitución no pueden modificarse por el Congreso, sino por una Asamblea Constituyente elegida por el voto ciudadano con ese propósito.

Según ello, hay en la Constitución unas "cláusulas pétreas" que hacen de ella un estatuto bastante rígido, aunque no del todo.

Cuáles sean esos "elementos basilares" o "pétreos" resulta, a primera vista, asunto de ardua dilucidación. De hecho, ellos se ponen de manifiesto cuando la Corte Constitucional decide  proferir un fallo político que le brinde la oportunidad de hacer gala del supremo poder de guardiana de la integridad y supremacía de la Constitución que le confiere el artículo 241 de la misma.

Un viejo y discutible dicho del constitucionalismo norteamericano reza que "La Constitución es lo que la Suprema Corte diga que es". Esto significa que los jueces constitucionales identifican el contenido de la normatividad suprema del Estado y, de esa manera, deciden sobre sus alcances. 

Nuestra Corte Constitucional ha echado mano de ese dogma y lo aplica al pie de la letra, llegando a afirmar que entre la Constitución y su competencia para definirla "no se interpone ni una hoja de papel". Como es un organismo que carece de controles efectivos y de todo espíritu de autocontrol, en la práctica se arroga la función constituyente.

Por lo tanto, cuando uno se pregunta acerca de cuál es la Constitución que la Corte Constitucional debe salvaguardar en su integridad y  su supremacía, no puede ofrecer una respuesta decisiva. Por supuesto que ahí entran los textos de la Constitución Política de 1991 y los Actos Legislativos que la adicionan y reforman. Pero a ellos hay que agregarles las disposiciones del Bloque de Constitucionalidad a que alude el artículo 94 de la Constitución, los contenidos de la jurisprudencia constitucional y ese etéreo "Espíritu de la Constitución" que los magistrados de la Corte Constitucional invocan y canalizan como si fuesen médiums que entran en contacto con entidades inmateriales que se manifiestan a través de ellos.

Aunque en principio toda Constitución se basa en alguna ideología dominante, la nuestra es hija de un espíritu de compromiso que alberga una variada gama de influencias conceptuales que dan margen a muchísimas posibilidades interpretativas. En términos religiosos, podríamos decir que su nota dominante la da el sincretismo. En otras palabras, es una colcha de retazos.

Se supone que el ordenamiento jurídico del Estado se funda en normas claras y en principios sólidos a los que las autoridades y los súbditos pueden saber a qué atenerse. Este es un requisito de la racionalidad del sistema. Pero si la normatividad fundamental es aleatoria y evanescente, o como diría Montaigne, "cosa vaga, vana y ondulante", lo que se impone, en términos de Karl Schmitt, es un decisionismo voluntarista que reproduce el principio "Rex voluntas suprema lex est", que a juicio de Kelsen es la regla de oro del absolutismo monárquico.

Aunque el artículo 3 de la Constitución dice pomposamente que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de hecho Santos y sus cómplices del Congreso y la Corte Constitucional la han conculcado descaradamente. De ello da cuenta el grosero desconocimiento de la voluntad popular que se manifestó en el plebiscito del dos de octubre del año pasado, dando lugar lugar a una arbitraria refrendación y puesta en marcha del NAF, cuyo contenido se lleva de calle a las claras la normatividad constitucional. 

En sana lógica, la Corte Constitucional habría tenido que decir que ese remedo de estatuto solo es susceptible de imponerse a través del procedimiento que ella misma ha indicado que es el único viable para sustituir en todo o en parte las bases de la Constitución. Pero la racionalidad jurídica ha desaparecido en las altas esferas del poder, las cuales se han precipitado hacia el abismo de la arbitrariedad.

Desde el primer día de clase les advertí a mis alumnos que en Colombia que lo que hay entre nosotros en estos momentos es un régimen de facto que sigue los dictados del contubernio de Santos con las Farc, bajo la influencia del gobierno cubano. Estamos ya en una etapa de transición institucional que no sabemos a qué reglas se ciñe ni hacia dónde nos llevará. Tal como lo he señalado en otras ocasiones, mi opinión es que vamos hacia un agujero negro.

Santos podría exclamar, haciendo suyas las palabras de Núñez , cuando por el modo del "balconazo", como lo calificó Germán Arciniegas, expidió la partida de defunción de la Constitución de 1863,  que "la Consitución de 1991 ha dejado de existir".


miércoles, 25 de octubre de 2017

¿Propósitos de paz o ánimo de venganza?

El profesor Fernando Velásquez, persona respetable como la que más, escribió hace poco un artículo para "El Colombiano" en el que hace una inquietante disección de la JEP,  para concluir que ahí se está en presencia de una "Justicia de Vencedores". El enlace para leerlo es el siguiente: http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/justicia-de-vencedores-YD7500540.

Es evidente que el acuerdo a que llegaron el gobierno y las Farc sobre este tópico favorece excesivamente al grupo guerrillero.

De ahí que, según lo ha destacado la prensa en estos días, la Fiscal de la Corte Penal Internacional haya hecho fuertes críticas a la JEP. (Vid. http://www.elpais.com.co/colombia/fiscal-de-la-corte-penal-internacional-hace-fuertes-criticas-a-la-jep.html; http://www.elcolombiano.com/colombia/acuerdos-de-gobierno-y-farc/linea-de-mando-y-graves-crimenes-de-guerra-son-las-preocupaciones-de-la-corte-penal-internacional-CC7545613).

A esas críticas se ha sumado el ex-vicepresidente y hoy virtual candidato presidencial Germán Vargas Lleras, cuyo movimiento político, en boca de su director Jorge Enrique Vélez, ha declarado que las irregularidades señaladas por aquel acerca de la JEP y los beneficios que ahí se conceden a las Farc "son muy graves"(Vid. http://www.lafm.com.co/politica/denuncias-irregularidades-la-jep-vargas-lleras-graves-cambio-radical/).

 Añade "El Colombiano" en su edición de hoy que los gremios objetan la justicia de paz, según se desprende de un comunicado que acaba de expedir el Consejo Nacional Gremial (Vid. http://www.elcolombiano.com/colombia/gremios-objetan-la-justicia-de-paz-FG7558326).

En varias oportunidades he llamado la atención acerca de los graves vicios constitucionales de que adolece la JEP, cuya concepción  entraña tan grave desconocimiento de la soberanía nacional que hace reos a sus autores del delito de traición a la patria.

Según cita de Mauricio Vargas, Jorge Humberto Botero afirma que la JEP viola la Convención Americana de Derechos Humanos  suscrita en San José de Costa Rica en 1969 y ratificada por Colombia, por cuanto ahí se garantiza a toda persona el derecho a ser oída por juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad a la ley, lo cual no se cumple en este caso, pues se trata de una jurisdicción que actuará  para fallar sobre casos anteriores a su creación (Vid. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/mauricio-vargas/lo-que-empieza-mal-en-la-jep-143470).

En fin, Carlos Holmes Trujillo, en sendos artículos publicados en "Debate", insiste en sus advertencias sobre la JEP y vuelve sobre las observaciones que al respecto ha formulado la CPI.(Vid. http://periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/itemlist/user/113-carlosholmestrujillo).

Lo que se espera de la JEP no es que se haga justicia, sino que sirva para exculpar a los capos de las Farc o tratarlos con dulzura, y al mismo tiempo actúe como martinete para aplastar a sus enemigos, trátese de integrantes de las fuerzas armadas, de agentes estatales o incluso de particulares a quienes se sindique de haber colaborado de alguna manera con el paramilitarismo.

De hecho, lo que se pretende es justificar el alzamiento y los crímenes de las Farc como ejercicio de lo que cierto jesuíta que probablemente abandonó la sotana hace tiempos defiende como legítimo ejercicio del derecho de rebelión contra un sistema estatal y de clase opresivo y genocida.

Todo invita a pensar que el andamiaje de la JEP es fruto de una siniestra conspiración contra el pueblo colombiano. No es por mera coincidencia que la comisión encargada de elegir los integrantes de la JEP haya resultado ser de extrema izquierda, ni que los elegidos en su gran mayoría, por no decir en su totalidad, sean de esa tendencia ideológica. Parafraseando un verso de Enríque Cadícamo, bien cabe preguntar "qué mano huesuda fue hilando estos males". Lo cierto es que de ahí solo desventuras podrán derivarse para Colombia.

El Centro Democrático está recogiendo firmas para que se convoque un refrendo derogatorio de este y otros dislates del NAF. A la ciudadanía le toca decir la última palabra acerca de asuntos de extrema gravedad como los que se mencionan. Hay que obrar con prontitud, antes de que la JEP empiece a hacer estragos.




domingo, 15 de octubre de 2017

Carambolas Mentales

Mi finado amigo Federico Villegas Barrientos publicó hace años un libro con las "Carambolas Mentales" que había dado a conocer a través de distintos periódicos para deleite de sus lectores. 

Esas carambolas eran una especie de gregerías como las que hicieron famoso a Ramón Gómez de la Serna, en las que Federico hacía gala de la agudeza de su ingenio, lo divertido de sus juegos lingüísticos, la osadía de sus acrobacias verbales.

Ese ameno género poco abunda hoy, pero quedan todavía secuelas de su influjo do uno menos lo esperaría. Para rastrearlas, sugiero que se lea lo que con  solemnidad digna de mejor causa suele producir la Corte Constitucional en su intento de darle presentación jurídica a lo que es un ejercicio mondo y lirondo de un poder político sin Dios ni Ley.

De ello da muestra clara lo que se sabe del más reciente de sus fallos, el que se ocupa dizque del blindaje del NAF, cuyo contenido parece ser sibilino y evasivo en grado sumo. Quienes se han ocupado de interpretarlo prima facie han llegado a la conclusión de que en últimas, a su juicio, el NAF no es intocable, pero tampoco se lo puede hacer trizas. Piensa el fiscal Martínez que según ese fallo el NAF no es fuente de derecho (vid. http://www.semana.com/nacion/articulo/entrevista-fiscal-general-acuerdo-de-paz-y-corte-constitucional/543691), pero otros intérpretes afirman que, sin embargo, obligará a las autoridades a inspirarse en él durante los tres periodos presidenciales que seguirán al que ya anda penosamente por su cuesta final. 

"Que sí, que no", como reza una letrilla acerca de los mensajes de una margarita cuyos pétalos deshoja un ansioso pretendiente.

Según mi leal saber y entender, al tenor de lo que ha venido ocurriendo en Colombia en los últimos tiempos resulta ocioso examinar los avatares de la política a la luz de la normatividad jurídica, pues tengo claro que con el desconocimiento de la voluntad popular que se manifestó en el plebiscito hace un año, se produjo un golpe de estado que  puso término a lo que nos quedaba de régimen constitucional e instauró uno de facto que, si bien guarda ciertas apariencias de juridicidad, no obedece a la Regla de Derecho ("Rule of Law"), sino a la voluntad dictatorial de Juan Manuel Santos. 

A la luz de la definición tomista de la tiranía, Santos es, ni más ni menos, un tirano que hace de la ley lo que le da la gana.

¿Qué sucede cuando desparece la autoridad legítima en un país?

Tal como aconteció con el vacío de poder que se produjo en España y sus dominios a raíz del golpe que le propinó Napoleón a la dinastía de los Borbones, los pueblos resolvieron invocar su soberanía originaria, que no era invento de la Revolución Francesa, sino de la más ortodoxa escolástica medieval. Si en Colombia ya no  hay autoridad legítima, pues el poder está en manos de unos usurpadores, le toca al pueblo manifestarse para exigir que se respete su voluntad.

Estamos ya en vísperas de unas elecciones y la primera exigencia en torno suyo es que los llamados a organizarlas obren con lealtad y permitan que la opinión se manifieste libre y efectivamente. Pero como tenemos unos tramposos ejerciendo el poder, habrá que redoblar los esfuerzos para impedir sus tropelías. Al poder amañado será necesario enfrentarlo con la fuerza legítima de la voluntad popular.

Hay un antecedente digno de considerarse. El 5 de octubre de 1988 el pueblo chileno dijo No a la continuidad de Pinochet en el mando supremo. A pesar de las circunstancias adversas en que se desarrolló la campaña previa al certamen, el No triunfó abrumadoramente sobre el Sí , a razón del 55% sobre el 44 % (Vid. https://es.wikipedia.org/wiki/Plebiscito_nacional_de_Chile_de_1988). Según algunos analistas de la política chilena, el liderazgo de Ricardo Lagos fue decisivo para el logro de ese resultado.

Colombia cuenta hoy con el liderazgo de Álvaro Uribe Vélez, a quien hay que rodear y seguir con miras a que la votación popular el año entrante sea tan contundente que Santos y sus conmilitones no puedan tergiversarla ni, muchísimo menos, desconocerla. Obtenido el triunfo, las soluciones jurídicas vendrán por añadidura. Entonces se verá lo que pueda hacerse con el NAF, la JEP, la CISIV y otros engendros funestos de este régimen oprobioso que ha querido someternos a la coyunda de las Farc y lo que estas significan.

Cuando la gente me pregunta qué hacer, mi respuesta es: piensen, infórmense, opinen, manifiéstense, háganse sentir, reasuman la soberanía que el tirano ha pretendido conculcarles.

Hay que reconstituir a Colombia, pero no en el sentido de la refundación bajo las consignas totalitarias del marxismo-leninismo que pretenden las Farc, sino de las tradiciones democráticas y liberales que configuran la esencia de nuestro constitucionalismo.




lunes, 2 de octubre de 2017

El NAF hace trizas la institucionalidad colombiana

Hace un año la ciudadanía colombiana votó mayoritariamente en contra del Acuerdo Final convenido por Santos con las Farc. Con ese voto, en sana lógica democrática y jurídica, dicho documento habría debido quedar sepultado. Pero, en virtud de aviesas maniobras, Santos, con la complicidad del Congreso y de la Corte Constitucional, intentó darle nueva vida presentándolo como un Nuevo Acuerdo Final (NAF).

Con todo, el maquillaje que le aplicó a ese cadáver no lo purga de sus múltiples y letales vicios jurídicos. 

Señalaré tres de ellos, a saber:

1) El NAF viola el principio de la soberanía popular.

El artículo 3o. de la Constitución Política es del siguiente tenor:

"La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece".

Según el artículo 1o. de la Constitución, Colombia se organiza en forma de república democrática, participativa y pluralista. Dicho de otro manera, ha adoptado la modalidad de democracia participativa, que va más allá de la meramente representativa, lo cual significa, a todas luces, que los diferentes mecanismos de participación popular previstos en la Constitución, entre ellos el plebiscito, prevalecen sobre los de representación. 

En síntesis, el voto popular no puede ser sustituido ni  desconocido por el Congreso, ni siquiera por la vía del acto legislativo ni la de la ley, y muchísimo menos por la de una simple proposición aprobada por ambas cámaras.

Lo que al respecto hizo el Congreso y avaló la Corte Constitucional no es otra cosa que un adefesio mediante el cual se dio un verdadero golpe de estado contra la Constitución. Por eso he venido sosteniendo desde entonces que en Colombia desapareció el régimen constitucional y se ha instaurado un verdadero régimen de facto. Santos, de hecho, obra como un dictador, así aparente ciertas muestras de respeto por la institucionalidad. Pero el modo como la burla es descarado en grado sumo, como acaba de verse con el decreto reglamentario de la JEP, que reglamenta una ley inexistente.

El NAF, estipulado contra manifestación expresa de la voluntad popular, no solo es antijurídico, sino ilegítimo. No vincula al Estado ni al pueblo que el mismo representa. Es, como lo he dicho en otras oportunidades, una camisa de fuerza que tarde o temprano habrá de romperse, pues conduce a la destrucción de la sociedad colombiana. 

No es un acto de paz, sino un gravísimo atentado contra los fines esenciales del Estado que consagra el artículo 2o. de la Constitución:"...servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo".

Todos estos fines valiosos quedan en entredicho con el contenido del NAF y las eventualidades de su implementación.

2) El NAF implica la sustitución de la Constitución por una vía que la Corte Constitucional considera lesiva de nuestro ordenamiento jurídico.

La Corte Constitucional declaró la inexequibilidad de la ley que autorizó la convocatoria de un referendo que haría posible la segunda reelección del presidente Uribe Vélez, argumentando que por ese camino se afectarían las bases mismas del régimen constitucional, lo que implicaría en el fondo no solo la sustitución del mismo, sino incluso su subversión.(Vid. http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2010/c-141-10.htm). 

Según la Corte, toda iniciativa tendiente a alterar la esencia de la Constitución Política solo puede adoptarse por una asamblea constituyente elegida por el pueblo con ese objeto. Ni siquiera la ciudadanía puede aprobar una reforma sustancial de la Constitución por medio de un referendo. Tampoco puede hacerlo el Congreso a través de acto legislativo ni, dese luego, de una proposición aprobada por sus cámaras.

Esta doctrina se reafirmó el año pasado, cuando  la Corte declaró la inexequibilidad de varias disposiciones del Acto Legislativo No. 2 de 2015, por considerar que implicaban la sustitución de "elementos basilares" del ordenamiento constitucional y no una mera reforma del mismo.(Vid. http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2016/c-285-16.htm).

Pues bien, no hay que ser un jurista avezado para ver que el NAF se superpone a la Constitución y la altera sustancialmente. Si la Corte Constitucional decidiera en concordancia con la jurisprudencia que ha reiterado, tendría que llegar a la conclusión de que dicho documento solo podría tener viabilidad jurídica si lo aprobara una asamblea constituyente surgida de la elección popular.

La implementación que se le está dando es evidentemente contraria al régimen constitucional, pero este, como vengo diciéndolo, de hecho ya ha desaparecido entre nosotros. Lo que hay es un régimen espurio que cubre de vergüenza a Colombia. 

3) La adopción de la CSIVI y la JEP configura el delito de traición a la patria.

El artículo 111 del Código Penal tipifica dentro de las modalidades del delito de traición a la patria la realización de actos que tiendan "a menoscabar la integridad territorial de la República, a someterla en todo o en parte a dominio extranjero, a afectar su naturaleza de Estado soberano, o a fraccionar la unidad nacional".

Pues bien, tanto el modus operandi de la CSIVI como de la JEP conllevan la sujeción por lo menos parcial del Estado colombiano a dominio extranjero y afectan su naturaleza de Estado soberano.

No otra cosa implica el hecho de que las diferencias que se presenten en el seno de la primera deban someterse a la decisión de cuatro gobiernos extranjeros (los de Cuba, Venezuela, Chile y Noruega). Y los cometidos de esa comisión no son de poca monta, pues a ella le corresponde el examen previo de toda la normatividad que pretenda aprobarse con miras a la implementación del NAF. O sea que las potestades normativas del congreso y el gobierno en estas materias se supeditan a lo que dispongan esos gobiernos. ¿No entraña ello la capitis diminutio de dichas potestades normativas, es decir, de nuestra soberanía?

Igual conclusión cabe respecto de la JEP, cuyos integrantes acaban de ser nombrados por una comisión de cinco miembros, tres de los cuales son extranjeros, fuera de que su secretario ejecutivo es nombrado por la ONU a través de una concesión de supranacionalidad no contemplada por la Constitución.

No cabe duda de que uno de los atributos básicos de la soberanía, tal como se la ha configurado a través de la historia, es la administración de justicia, a cuyo ejercicio está renunciando el Estado colombiano en lo concerniente a la elección de los magistrados de la JEP y el nombramiento de su secretario ejecutivo.

Se sigue de ahí que los negociadores del NAF, tanto de parte del gobierno como de las Farc, al parecer han incurrido en traición a la patria al acordar estas disposiciones. Y lo mismo cabe imputarles a los funcionarios que las están implementando.

Pero el Código Penal es hoy letra muerta frente a los desafueros del dictador Santos.¿Quién le pone el cascabel a ese gato?

lunes, 25 de septiembre de 2017

Viaje al fondo de la noche

Tomo prestado el título de la famosa novela de Louis-Ferdinand Céline para referirme al rumbo que llevan los procesos que vivimos en la Colombia de hoy.

Si a principios de la década actual, cuando ascendió a la presidencia Juan Manuel Santos, el porvenir del país parecía despejado y era promisorio, en estos momentos el panorama está lleno de espesos nubarrones que nada bueno auguran para el futuro cercano. La herencia que deja Santos está muy lejos de ser halagüeña, a punto tal que ninguno de quienes aspiran a sucederlo quiere dejarse encasillar como continuador de su legado.

Lo que él pensaba que sería su carta de presentación ante la historia, el Nuevo Acuerdo Final con las Farc dizque para la construcción de una paz estable y duradera, a poco andar está mostrando sus fisuras e inconsistencias. En rigor, amenaza ruina y ya se sabe que sus múltiples defectos no traerán consigo la anhelada paz, sino la recurrencia de los agudos conflictos que nos han azotado a lo largo de años. 

Es un acuerdo mal concebido que les promete a los criminales de las Farc gabelas inusitadas. De hecho, entraña la claudicación del Estado colombiano ante un grupo narcoterrorista que pretende, como lo he observado en otras oportunidades, imponer un régimen totalitario y liberticida inspirado en el marxismo-leninismo. 

La verdad, que según el discurso papal es requisito imprescindible para la justicia y la paz, es la gran ausente de ese pérfido convenio que las Farc ya están incumpliendo, como acaba de señalarlo el embajador norteamericano, y a todas luces se advierte que no tienen la intención de honrar.

El Santo Padre vino a hablarnos de la necesidad de la reconciliación, pero los gestos de los capos de las Farc lo que exhiben es su ánimo retaliatorio. Para muestra, lo que dijo alias Andrés París en el Externado acerca de que con la JEP se busca llevar a la cárcel al expresidente Uribe y su familia. Y qué decir acerca del homenaje al tristemente célebre "Mono Jojoy", al que el mismo París ensalza como el "Che Guevara de la revolución colombiana", en lo que, a decir verdad, no le falta razón, porque el tal Che era nada más y nada menos que un monstruo sanguinario.

Para lograr la firma de las Farc en el NAF, Santos entregó la institucionalidad colombiana. Es cierto que nuestro edificio institucional dejaba muchísimo que desear, pero al menos conservaba su fachada. Hoy exhibe una Constitución desarticulada sobre la que se pretende pegar el parche del NAF, lo que ha dado lugar a que prestigiosos juristas se pregunten cuál es en últimas nuestro ordenamiento fundamental, si es que algo queda que merezca esa denominación. Como reza una deliciosa milonga de José Canet, "lo que ayer fue de entero paño, hoy es fleco de trapitos que se caen a pedacitos sobre el recuerdo de antaño"("Trapitos"). Lo que nos resta de Constitución no es otra cosa, en efecto, que unos andrajos.

Es más, para facilitar la suscripción del NAF y su incorporación al ordenamiento jurídico con miras a implementarlo, Santos no vaciló en corromper a los congresistas, presionar a los medios y los gremios, manipular a la Corte Constitucional, debilitar a las Fuerzas Armadas, seducir a la Iglesia, desconocer los resultados del plebiscito y engañar descaradamente a Raimundo y todo el mundo. 

Si la institucionalidad en últimas reposa sobre fundamentos morales, lo que nos deja Santos es un ídolo con pies de barro, un ignominioso montaje ensamblado sobre mentiras y contubernios.

Lo he dicho y lo repito: estamos bajo un régimen de facto que no alcanza a ocultar sus vergüenzas cubriéndose con simulacros de juridicidad.

Para colmo de males, una economía que el gobierno de Uribe dejó bien encarrilada, hoy anda a la bartola, no solo en razón de la coyuntura externa, sino sobre todo por el desaforado endeudamiento y el no menos desaforado crecimiento del gasto público a que la ha sometido el ignaro Santos. Si como ministro de Hacienda de Pastrana raspó la olla, ahora como primer mandatario la hizo pedazos. Estamos en crisis y, sometidos a la coyunda del NAF, carecemos de medios idóneos para superarla.

Todo esto sucede en medio de una sociedad penetrada en todas sus esferas por el crimen. Tal como lo escribí a propósito de la visita del Papa, la nuestra es una sociedad devastada moralmente. Lo está, ante todo, en sus estratos dirigentes, como lo acredita el nauseabundo espectáculo de corrupción en la Corte Suprema de Justicia que acaba de destaparse, pero también en las restantes capas sociales, tal como se advierte en la crisis de la familia y el desmadre de la delincuencia, que es su producto natural. Si bien nos solazamos con las multitudinarias concentraciones que acompañaron al Papa en sus actos públicos, pensando que daban muestras del fervor religioso de nuestro pueblo, no podemos ignorar que se trata de una religiosidad muchas veces superficial, emotiva y poco consistente. Como dice el Evangelio de San Mateo, citando un texto de Isaías, "Este pueblo me honra con sus palabras, pero su corazón está lejos de mí"(Mt. 15-8).

Hemos vuelto, como en la desafortunada época de Samper, a quedar en la mira de los Estados Unidos y la comunidad internacional como país líder en los cultivos de coca y el tráfico de cocaína. No olvidemos que el NAF implica que nos convirtamos en país que no honra sus compromisos internacionales, pues la calificación del narcotráfico en que han incurrido las Farc como delito conexo con los delitos políticos viola flagrantemente la Convención de Viena. Y lo estipulado con ellas dizque para la erradicación de cultivos ilícitos y su sustitución por otros lícitos es a las claras un engañabobos que nos convierte en el hazmerreír del mundo civilizado. Vamos camino de la descertificación por parte de los Estados Unidos, con todo lo negativo que ello traerá consigo.

Ahora que el segundo período presidencial de Santos toca a su fin, ha aparecido una plétora de candidatos a sucederlo. En ella, como en todo lo humano, hay personajes excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos. Lo primero que se le ocurre pensar a uno al ver esa cantidad de aspirantes es lo que suelen decir en los pueblos:"Mucho pobre junto pierde la limosna". Y así se ve en las encuestas, en la que ninguno cobra ventaja apreciable sobre los demás. Para peor, algunos de los que puntean son, simple y llanamente, aterradores.

Supongamos, sin embargo, que como en otros ámbitos, aquí la calidad terminará imponiéndose. Pensemos que este proceso de selección conduzca a que se consoliden los mejores. Y el que resulte elegido tendrá ante sí este dilema de Escila y Caribdis: si persevera en implementar el NAF, hará trizas a Colombia; pero si decidiere que no será posible cumplirlo, haciéndose menester introducirle correcciones sustanciales, ¿cómo lo logrará?

Santos dejará una armazón de hechos creados que será muy difícil de desarticular. En rigor, un nudo gordiano. Y, ¿cómo se desata un nudo de ese jaez?







miércoles, 13 de septiembre de 2017

Ecos del viaje papal

El papa Francisco goza de dos carismas que lo hacen atractivo para nuestras multitudes: el de su oficio como cabeza visible de la Iglesia Católica y el de su propia personalidad.

El primero lo vincula con lo sacro. Para los creyentes, el Papa representa a Nuestro Señor Jesucristo, guía la nave de Pedro, es hombre asistido por el Espíritu Santo y guía de los feligreses. Es un carisma que acompaña de suyo a todos los que ocupan tan elevado sitial e impacta incluso a muchos que no reconocen su sagrado ministerio.

El segundo corresponde a los atributos de su personalidad, que él sabe realzar inteligentemente. Es sencillo, bondadoso, campechano. Atrae espontáneamente a tirios y troyanos. Las mujeres lo encuentran lindo; al hombre de la calle le parece sabio. Él mismo se describe como un "cura de pueblo", quizás al estilo de "Don Camilo".

Las multitudes que convocó en su visita a nuestro país son muestra de su enorme popularidad entre nosotros. Ilustran, además, sobre el vigor de la fe católica en el pueblo colombiano y de la capacidad de movilización que tienen nuestros obispos y párrocos. Es un dato de nuestra realidad cultural que no debe de pasar por alto la casta de incrédulos que se enseñoreado en todos los ámbitos del poder y se empecina en imponer un laicismo que choca con lo más profundo de nuestra identidad espiritual. Colombia es un país católico, pésele a quien le pesare, lo cual no implica que sea intolerante ni clerical.

Pasado el entusiasmo de tan gentil visita, es hora de hacer el balance de sus frutos.

El fervor popular muestra que la gente del común anhela, desde luego, la paz y repudia la violencia. No quiere que las Farc vuelvan a la selva, ni mucho menos a sus crueles andadas.

Desde este punto de vista, nada más oportuno que los llamados del Papa a la reconciliación, a la misericordia, al perdón, a reconocer en todos los que hasta ayer nos confrontamos nuestra común humanidad y emprender el camino de la construcción de una sociedad equitativa en la que todos tengamos cabida.

Esos llamados, que pueden consultarse a través del siguiente enlace https://www.aciprensa.com/ebooks/FranciscoenColombia.pdf, son de distintas clases y se prestan a variadas interpretaciones.

Unos de ellos corresponden a su vocación de "cura de pueblo" y comprenden admoniciones que a todos convienen para vivir mejor y coexistir armónicamente con los demás. Otros tocan más directamente con la coyuntura en que nos encontramos inmersos y parecen ser tan generales que a unos les parecerán obvios, mientras que otros considerarán que pueden interpretarlos en distintos sentidos y hasta utilizarlos como arietes para descalificar a quienes no sean de su agrado. Pero hay, en fin, pronunciamientos claros y muy específicos, tales como los que se refieren a la verdad y la justicia como condiciones sine qua non de la paz o a la severa condena del narcotráfico, las conductas que generan deterioro ambiental, la corrupción política, las especulaciones financieras o el recurso a la violencia como medio de acción social y de solución de controversias de toda índole.

De lo dicho por el Papa se desprende que hay que alentar un clima de concordia, contra el que atentan las descalificaciones que de un lado o del otro empezaron a producirse a poco de él haberse manifestado.

El Papa no puede ignorar que toda política transcurre en medio de desacuerdos, de confrontación de puntos de vista, de intereses muchas veces contrapuestos. En este ámbito la paz no consiste ni puede consistir en que todos se sumen a las mismas líneas de pensamiento y de acción. Eso no es posible ni siquiera en el escenario espiritual que él dirige. De lo que se trata es de sujetar las controversias a reglas de juego equitativas y confiables para todos.

Creo que este es el sentido de lo que dijo en su discurso en la Plaza de Armas, al manifestar que el orden no puede fundarse en la fuerza, sino en leyes justas aceptadas por todos.

El Papa vino a alentar los esfuerzos que se están haciendo desde distintos sectores para lograr estos que Álvaro Gómez Hurtado habría llamado "acuerdos sobre lo fundamental". Pero fue cauteloso para no dar la impresión de que venía, como lo anunciaron sin mucho tino algunas personas interesadas en extraer de su viaje unos dividendos políticos, a blindar el NAF y promover su implementación tal como está concebido.

Es posible que Fernando Londoño Hoyos hubiera exagerado al afirmar que hay que hacer trizas ese acuerdo. Pero una apreciación serena de los hechos indica que desde muchos puntos de vista es un acuerdo tan defectuoso que no parece excesivo pensar que podría hacer trizas al país. Conviene, en consecuencia, abrir el debate que Santos no dio lugar a que se hiciera previamente a su suscripción para lograr los consensos que se requerían para asegurar su viabilidad.

Si las Farc están animadas por un auténtico deseo de incorporarse a un juego político razonable, lo lógico es que acepten que al NAF hay que introducirle correctivos que limen sus aristas más urticantes. Por ejemplo, la JEP debe convertirse en un instrumento de justicia y no de venganza contra la que ha advertido el Papa. Y su autodefinición como partido marxista-leninista contradice a las claras cualquier propósito de paz, pues esa doctrina predica precisamente la promoción de la lucha de clases y el uso de la violencia tanto para la conquista del poder como para su ejercicio. Et sic de coeteris.

Es verdad, como lo dice el Sumo Pontifice, que en la inequidad está la raíz de los males sociales y que, por consiguiente, el camino de la paz no puede ser otro que el de la justicia y, más específicamente, el de la justicia social. Hay que esmerarse, en efecto, en la construcción de una sociedad más igualitaria que ofrezca al mayor número la mejoría de sus condiciones de vida. Ya lo había dicho el hoy beato Pablo VI:"El desarrollo es el nuevo nombre de la paz". Pero es altamente dudoso que los caminos abiertos y recorridos por el castro-chavismo sean los más indicados para lograr esos objetivos. Como lo dijo Giscard d'Estaing en un célebre debate con los socialistas que lideraba Mitterrand:"Ustedes no tienen el monopolio de la justicia". De hecho, los países que han apostado por la confianza inversionista han sido los más exitosos en el mejoramiento de las condiciones de vida de las poblaciones, en tanto que los que han optado por la vía de un socialismo fuertemente ideologizado no solo han aherrojado sus libertades, sino frustrado su bienestar.

La dirigencia política colombiana debería concentrarse en el examen de las soluciones llamadas a mejorar las condiciones de vida del pueblo, en lugar de estar engañándolo con falsas promesas demagógicas y explotándolo inmisericordemente con abusos disfrazados de "cupos indicativos" y "mermelada". Ese examen debe acometerse al tenor de reglas de discusión racional y no de la gritería, las falacias o los insultos.

Hagámosle caso al Papa serenando los ánimos y abordando con objetividad nuestra problemática social.